Sin Ceros

¿Cómo pudimos perder, si éramos tan sinceros? Charlie Brown, 1963. Diario virtual ciertamente no diario y virtualmente incierto de Issa López, guionista y directora de Efectos Secundarios, Casi Divas y otras curiosidades, quien usa este espacio para no hacer el trabajo que debería de estar haciendo.

miércoles, abril 12, 2006

Historia de 2 ciudades en 2 partes

De Los Angeles a Nueva York. Cualquiera que leyera casualmente este blog, podría pensar que me la paso de vuelo en vuelo y de costa a costa de la Unión Americana, pero nel. La verdad de las cosas es que no sólo no tengo tarjeta frecuenta, no acumulo millas (si algo acumulo son centímetros. Y en navidad pulgadas. Y sí, mayormente en el área nalgar), no tengo acceso a la sala de espera de American Express, y además y para colmo, soy un asco haciendo maletas. Cada vez que voy a empacar empiezo en este estado zen de: no voy a cargar de más. Voy a llevar sólo el mínimo necesario. 2 playeras, unos jeans, sólo los zapatos que llevo puestos. Y mi cepillo de dientes. Una sola maletita que voy a llevar en cabina. Om. A güevo. Nada más que las 2 playeras se convierten en 12 cuando resulta que no me combinan con el segundo pantalón que llevo por si acaso, y entonces meto otros 4 pantalones porque ahora no combinan con las playeras, y cuatro pares de zapatos porque qué onda si ahace frío, y qué onda si sale una ida al antro, y esos pantalones negros se me ven divinos con tacones, y esos tacones qué lindos se me ven con este vestidito, y para ese vestido necesito un saco, y con ese saco hay que llevar sombrero, y el sombrero queda chido si me hago chinos con las tenazas, y para las tenazas necesito ponerme 2 acondicionadores, y ahora que me acuerdo, más vale que me lleve las 32 cremas que me tengo que embarrar desde que cumplí... 18... y termino con cuatro pinches maletotas del tamaño de varias zonas conurbadas cada una.

Luego llego al mostrador de Aeroméxico muy sacalepunta porque la gente de Nueva York quesque me sacó mis boletos, y en primer lugar me llevo un shock porque la niña de la pañoletita que me atiende, resulta que es hermana de la abogada que maldivorció a mi marido (de su ex, entiéndase. No de mi) y nos metió en unos líos que si los anotara aquí muy probablemente terminaría en el bote. Él, no yo. Como sea, yo muy internashonal flaying guman le digo que tengo una reservación y la niña me dice que no. Que los boletos no están pagados. Y yo que sí, y ella que no, y en lo que discutimos me doy cuenta que me he convertido en una de esas señoras horrendas que me enfurecen cuando estoy en la fila y no entienden lo que la dependienta les dice, porque son sordas, gordas, limítrofes, bipolares, o una combinación de todas las anteriores.

Y si no es porque conocía a su hermana, -que supongo que nunca le contó las mentadas de progenitora con las que terminó nuestra relación- no vuelo, porque la susodicha niña del mostrador me hizo el paro buscando al supervisor en lo que yo me desgañitaba en el teléfono con la pobre asistente del productor Neoyorquino. A final de cuentas pude salir tardísimo a la sala de abordaje, pero no pude evitar pararme en el camino en el diuti fri, porque no me iba a ir sin otro perfume encima de los cuatro que ya cargaba. Eso sí, a la señorita de Lancome le saqué una muestrita de crema pa`la firmeza, y otra de brillo labial de lo más nice. Lo malo es que abordé tardísimo, ya no había lugar para la maleta en el compartimiento superior, y me tocó en ventana cuando soy de las que se la pasa todo el vuelo yendo a hacer pipí, de modo que tuve que pasarle el trasero por la cara varias veces a otros dos pasajeros.

Para cuando llegué a Nueva York, había olvidado en el avión el paquete del diuti fri con perfume y muestritas y todo, tragádome un desayuno con cartón-tocino porque soy vegetariana pero me moría de hambre, perdido un anillo en el excusado ese que cuando le jalas parece que te va a hacer una liposucción gratuita , o va a provocar un agujero negro. Lo que suceda primero. Ah, sí; y visto por segunda vez las Memorias de una Geisha entre jeta y jeta, que creo que es la única manera de soplársela. Digamos simplemente que no era un inicio auspicioso de viaje.

De Nueva York mismo, hablaré en la siguiente entrada. Por ahora basta con dejar claro que, a pesar de que de niña siempre me imaginé que de adulta sería una gran viajera, la realidad es que de gitana, lo único que tengo es una foto bastante mala que me sacaron en una fiesta de disfraces a los cinco años, donde estoy junto a mi primo Beto de chinito, y mi prima Maribel de Hawaiiana. Y los dos se veían mucho mejor que yo, a decir verdad.

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