¿Cómo pudimos perder, si éramos tan sinceros?
Charlie Brown, 1963.
Diario virtual ciertamente no diario y virtualmente incierto de Issa López, guionista y directora de Efectos Secundarios, Casi Divas y otras curiosidades, quien usa este espacio para no hacer el trabajo que debería de estar haciendo.
lunes, marzo 29, 2010
Pito, pito, pito
A los siete lo entendimos bien, y luego lo fuimos desentendiendo. Pero teníamos razón: la perfecta venganza es morirse.
Amenazábamos, entre lágrimas y moqueos: ¡Pero vas a ver! ¡Me voy a morir y me vas a extrañar y vas a arrepentirte de tooooodo lo que me hicisteeee!... a quien fuera el futuro deudor en turno; padres obligándonos a hacer la tarea, mejores amigos que nos cambiaban por otros amigos más mejores, hermanas que no nos dejaban jugar con sus barbis.
Lo curioso es que con el crecer primero, y el envejecer después, lo vamos re-aprendiendo. Se nos va muriendo la gente, y vez tras vez, funeral tras funeral, nos sorprendemos de lo perfectamente pendejos que fuimos al no darnos cuenta de la tan única, sabia, indispensable naturaleza del muerto. De no haber pasado más tiempo con él, ella, hasta ello si era un perro. De que el mundo jamás volverá a ser igual en el inmemoriam al que nos obliga su partida.
Cuánto no daríamos por que fuera mentira. Porque no hubiera sido cancer, colesterol, diabetes el asesino. Porque el muerto hubiera sufrido una muerte más misteriosa… desaparecido en altamar, evaporádose en una explosion… que todo fuera el proverbial error, y que ahora regresara. Y después de los festejos, tantísimas preguntas que haríamos. Tantísima más atención con la que escucharíamos las respuestas. Tantísimo respeto demandaría su regreso de la tumba, glorioso, revalorado en toda la esplendencia de su ausencia.
Cristo, un treintañero reputadamente nada idiota, lo sabía muy bien, y lo ejerció como el mejor: muerte de rockstar, regreso de ultratumba, desaparición elegante. El resultado: un club de fans con millones de miembros y dos mil años de fidelidad.
Así que deberíamos de planearlo. El falso cadáver. No debe ser tan complicado, en esta patria de compra-venta de honor y madre, conseguirse una osamenta. Y en esta era de los implantes y las carillas, debe de ser bien sencillo obtener réplicas perfectas de nuestras dentaduras. O poner en escena el accidente en altamar, donde el cuerpo nunca fuera recuperado. Quizás incluso agenciarse una pócima a’la Julieta Capuleto que aparentara la muerte… y que luego nos permitiera volver de la tumba… nomás cuidando, eso sí, de no acabar despertándonos en el agujero, a’la Joaquín Pardavé, o peor, en el horno incinerador, a’la Pavo navideño.
Y después del funeral, dar los –ya demostrados- tres días, y luego volver, como si nada, en el más puro estilo no estaba muerto, andaba de parranda. Y entonces sí. Novios desconsiderados se desvivirían por atender el más leve pestañeo, amigos que ni pelaban se pelearían por llevarte al cine, la familia dejaría de joder para escuchar tus sabiesísimas palabras… hasta el pinche Perro haría caso a tus siéntates y estates. ¿Qué onda? Pa que sepan lo que es bueno, chingá.
Lema que pondero pedir de epitafio, sólo competido por el que intitula este soliloquio bloguero: como pudimos perder… si éramos tan sinceros.
O, o... para inmortalizar una frase de profunda significación y múltiples lecturas que intercambiamos con frecuencia mi querida hermana, Pedro Izquierdo y esta redactora:
Pito, pito, pito.
Ahí se las regalo para cuando no les quede otra cosa por decir.
La primera vez que vi a Gareth Wigan, fue con galletas en la mano. Me encantaría poder decir aquí que fue amor a primera vista, pero sería mentira. Yo estaba demasiado impresionada, él demasiado poco.
Era Enero de 2005. Yo pensaba que iba a filmar Efectos Secundarios en Mayo, y acababa de terminar de escribir el segundo draft del guión. No tenía cabeza para nada que no fuera Efectos, y mucho menos para Niñas Mal, que era una cosa que había escrito por disciplina y para hacer algo de dinero, y que sería dificil que me interesara menos, la verdad de las cosas.
Pero chamba es chamba, y la gente de Columbia tenía notas sobre el guión, y querían dármelas en Los Angeles. Así que me subí a un avión. Yo lo único que quería era tomar las notas que se les diera la gana de darme -en una primera revisión no estaba en lo absoluto de acuerdo con ellas, pero lo importante era cumplir, entregar, y poder regresar a Efectos- y volver en friega para seguir empujando la producción acá.
Ni filmé Efectos en Mayo, ni el viaje fue cosa de nada. La vida tiene una manera tan curiosa de pintarte güevos cada vez que crees que sabes a dónde vas...
A mi Hollywood me la pelaba, según yo. Entré muy nalga al estudio, y primero que nada le fui bajando la espuma a mi malteada, según me fui encontrando los oscares en el lobby: Sucedió una Noche, Gandhi... era el mismo estudio que antes había sido la Metro-Goldwyn-Mayer, donde se habían filmado Lawrence de Arabia y Lo que el Viento se Llevó.
Luego conocí a Gareth, que era todo lo opuesto de lo que jamás esperé de un ejecutivo de estudio.
Gareth era inglés. Graduado de Oxford. El perfecto gentleman de 1.85, ojos azules y notables orejas. Yo no tenía idea de con quién estaba tratando, cosa que fue bendición, porque si lo hubiera sabido, no hubiera podido ni abrir la boca. En mi feliz ignorancia discutí, defendí, me peleé... terminé por oír. Por tomar nota. Este hombre, con todas sus venerables canas y sus galletas escocesas de mantequilla, había marcado página por página mi guión, y estaba listo y preparado para discutir si Maca Ribera fumaba o no fumaba, si Adela era violinista o actriz y si al final de la película se tomaba un avión o la niña se quedaba en México.
Gareth se preocupaba. Subrayaba. Ponía post-its en el guión. Argumentaba con paciencia y elegancia infinitas. Escuchaba. En su tremenda oficina de Vice Presidente del estudio, a la mitad de hacer películas de muchos millones de dolares en China, en Rusia, en Alemania, se interesaba por Adela y por Maca, que a mi me importaban tan poco. Me hizo sentir mal. Me hizo reescribir pensando. Cuidando.
Trabajamos tres días. Al final, cuando nos despedimos, me acerqué y lo abracé, muy Mexicanota yo. El inglés no supo abrazarme. No le salió del alma. Ni pex, me dije yo. Me regresé a México muy impresionada. Escribí mi segundo draft. Lo entregué. Todos fueron felices, encontraron a un director, yo filmé Efectos, ellos filmaron Niñas, yo la aborrecí, me imagino que Gareth también, aunque siempre fue demasiado caballero como para decirlo.
Por esos días entregué el primer draft de Casi Divas, que en aquel entonces se llamaba Guadalupana Superestrella.
Y Gareth me escribió uno de los mails más increíbles que he recibido nunca. Lo imprimí, y lo puse en mi estudio. Terminaba diciendo:
...We will meet and talk and there will be things to discuss -- there always are -- but this is fine, superior, classy work.
I am so grateful because I can feel that you put your heart into it. Now we will put our hearts in too.
Y lo cumplió. Lo cumplimos los dos. Los dos nos enamoramos de la película. Y la siguiente vez que nos vimos, Gareth se levantó y me abrazó y fue un abrazo tan distinto al de Niñas Mal... tan distinto como Casi Divas fue de esa película. Y en ese instante nos hicimos amigos.
Fui averiguando poco a poco quién era Gareth Wigan. Gareth produjo Star Wars (La buena!), All That Jazz, Chariots of Fire, Alien, Dracula, Blade Runner, The Age of Innocence, The Remains of the Day, Crouching Tiger, Hidden Dragon... y muchísimas más. Gareth fue el primero en un estudio en pensar en producir películas en otros países y en otros idiomas. Y lo increíble es que habiendo trabajado en esas películas y con esos directores, se preocupara tanto por lo que yo hacía. Cuando vio el primer corte de Divas, los ojos se le llenaron de lágrimas. Y a mí también.
Gareth me enseñó a oír a Bach. Me hizo comer muchísimas galletas. Me contó que Peter O'toole podía desaparecer a la mitad de una escena de teatro. Que Peter Sellers era insufrible. Me llevó a ver películas a La Academia. Me regaló una caja de novelas de detectives en Miami. Llevó una caja de champaña al estudio de Hans Zimmer, cuando hacíamos la música de Divas. Me regaló, de hecho, el que Hans supiera de la película y se decidiera a componer el score. Fue el que me dijo que era hora de venir a Los Angeles, para que muchísima más gente pudiera ver las películas que hago. (si fueras pintora, en 1920, estarías en Paris --me dijo-- querida, Hollywood es el París de lo que tú pintas. Y entiéndelo, los artistas son, por naturaleza, nómadas y peregrinos...) Me presentó a mis agentes. Me consiguió un abogado. Cuidó de que mis proyectos aquí estuvieran arrancados... y una vez que todo estuvo listo, el 13 de Febrero, Gareth Wigan murió.
Tantísima gente tan importante reaccionó ante la muerte de Gareth, que queda poco por decir. Además, las palabras que se repitieron tantísimas veces, son las mismas que yo usaría: Elegancia. Generosidad. Diplomacia. Gentleman. Pero uno de ellos lo dijo, creo, mejor que nadie, con una frase que no tiene traducción al español: Gareth era un class act.
Imposible enojarse mucho tiempo con un caballero como Wigan. A la distancia de algunas semanas no queda sino extrañarlo muchísimo... asumir que sin él, las cosas en este París de lo que yo pinto serán mucho menos elegantes, y bastante más solitarias. Pero siempre queda hacer esta siguiente película, por la que Gareth trabajó tanto, en su memoria.
Y acordarse de tantas cosas increíbles que se le aprendieron. Quizá una de las más bellas, quizá la que mejor definía a Gareth, es esta frase que le escuché más de una vez:
Never apologize for passion.
PS:
Este link es sobre Gareth. Habla de muchas de las cosas que hizo. Me emociona hasta las lágrimas leer que el último título en la lista de las películas más importantes en las que participó, es Casi Divas...
Chat lo dice muy bien:Feliz veinte y diez!Como comentaba en el controversial minichat (mini-chat! Je!) de la derecha, estoy en el proceso de cambiar de geografía, de dirección y hasta de latitud, y por lo tanto, sin saber qué tanto puedo decir aquí realmente (porque, a) los productores y los agentes son tremendamente paranoicos en cuanto a hablar de proyectos, y b) yo soy tremendamente paranoica a hablar de proyectos... por aquello de que se salan!). De ahí el largo silencio. Pero lo que sí puedo hacer, es dejarles de regalo a los fans de Efectos, un documento que me encontré entre las antigüedades de mi mac: Un draft de la voz off de Marina, extendida. Esto es, están todas las frases de esa voz que sí quedaron en la película... y muchas que no quedaron... es como las escenas suprimidas del DVD, pero versión .doc.Les mando un abrazo enorme, espero lo disfruten, y pronto... noticias más serias... y más grandes... espero! Ustedes crucen los dedos, pero no los brazos!
La primera vez que me morí, tenía 18 años. Y pensé: lástima. Me hubiera gustado cumplir 30. Saber en qué mujer me iba a convertir.
Pero alguien apareció en el momento justo. Y aquí estoy.
Y ahora, si tuviera que decirle a alguien cómo sobrevivir a los 30… ésta sería la historia que contaría.
Adán y yo somos amigos desde la prepa. De esos amigos que se han visto en calzones, de esos a los que les hablas a las tres de la mañana para llorar en el teléfono. De esos que te conocen recién despertada, y sin lavar los dientes, y te siguen queriendo. De esos que se hacen nada más a los 18.
Se llamaba Mimí. Medía metro y medio, y nada más por eso era la víctima de las bromitas de todos los patanes… como Adán.
Y uno cree que esos freaks van a cambiar con los años. Y sí cambian. Pero sólo para volverse más extraños.
Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, ¿No? Pero no es cierto. Nada más te hace más extraño.
Ignacio era el rebelde sin causa de la prepa. El que me traía loca. Iba a ser físico. Pero algo pasó en el camino… y ahora calcula riesgos para una compañía consultora. Va de oficina en oficina, haciendo estimados de cómo y cuándo se va a morir todo mundo.
Cuando encuentra a su novio con otra:
El amor es increíble ¿No? Como el trasero de la otra, que siempre es mejor que el tuyo.
Le llamo el síndrome de expectativas a la baja. A los 18 quieres a Brad Pitt con el cerebro de un ingeniero nuclear. Pero para cuando se te acercan los 30 cualquier tarado que te guiñe el ojo y no sea jorobado es el padre de tus hijos. Que viva el amor.
Al llegar a la reunión:
Las reuniones de la prepa: un viaje al pasado con bebida nacional incluída y derecho a pena ajena sin restricciones.
Y esa fue la segunda vez que me morí. Y no hay muerte más triste que morir por pendeja.
En el hospital, cuando llega Ignacio:
No estaba muerta. El saldo: Fractura en el metatarzo, abrasión facial, y contusiones múltiples en el alma
Viéndolo por el lado amable, no puede ponerse mucho peor después de que te vean madreada y en una pijama que enseña el culo.
Cuando se pone el famoso Alka-Seltzer:
Uno se acostumbra a estar solo. Solo duermes. Solo te despiertas. Solo esperas la hora en que dejes de estar solo. Y mientras… juegas solitario.
Cuando Ignacio se pone la golpiza con el de la camioneta:
Y mi mamá que siempre me decía que no saliera con sicópatas…
Mi mamá coleccionaba mariposas. Hace ocho años se murió. De cáncer en los huesos. No dejó nada más que mariposas. Y pensé: Qué triste. Irte así, y dejar detrás… gusanos con alas. Pero el día que se murió, llegaron las mariposas.Nunca había pasado, pero ese día, la ciudad se llenó de mariposas. A veces lo que eres no se ve en las cosas que dejas. A veces las cosas se dicen cuando ya no hablas. A veces te llegan las netas volando, entre el pavimento y el esmog del cielo. Entre dos estaciones del metro. Parada en la banqueta. Un martes a las cinco y media. Y entendí. Hay cosas asi, Ignacio.
Cuando Marina e Ignacio caminan a casa de ella:
Me acompañó a mi casa. Los dos sabíamos que el trato se había acabado. Él ya había encontrado al chofer… y… ¿Y? ¿De veras eso era todo?
Cuando Ignacio no puede hacerle el amor:
Ocho años de fidelidad absoluta. Y todavía no podía engañarla. A lo mejor eso es lo que hay que hacer: morirse atropellada.
Cuando Ignacio busca al de la camioneta:
La obsesión es una cosa muy fea. Puede hacerte pasar ocho años buscando a un asesino. Doce deseando a alguien que no te peló nunca. O treinta esperando que tu vida empiece.
En esta ciudad, el único lugar para enterrar a tu gato es en la jardinera de la banqueta. Y el único lugar para ver la vida que no tuviste es en todas las esquinas.
Cuando de veras quieres encontrar a algo, a alguien, cuando de veras estás buscando, puede pasársete el día, la noche, la vida. Hasta que lo encuentras.
Cuando Ignacio se queda solo, y rompe el poster de mariposas:
Cuando vives para cazar un dragón, no hay nada peor que encontrarlo. Si lo matas, te quedas sin nada. Y si no lo matas es porque la bestia era de papel. Y a ti se te fue media vida cazándola. Y cuando te bajas del caballo, te das cuenta que lo único que sacaste fue un dolor de nalgas. Y de lo que dejaste ir, mientras andabas en tu cruzada.
Eh... no me acuerdo:
Tienes 30. Y dices: Ya no estás para que te rompan el alma. Ya no tengo edad para tener esas ganas locas de hacerme bolita y llorar 3 días con el corazón hecho un trapo mojado. Oh sorpresa, ¿Verdad?
Cuando saca a Ignacio de su casa:
Se me estaba haciendo fácil sacar gente de mi casa. Ojalá fuera tan fácil sacármelo después de la cabeza. De los poros, de detrás de los ojos. De entre el pelo, de debajo de la lengua. De todos los lugares donde se me había guardado, sin que me diera cuenta.
¿Los efectos secundarios? Como yo los veo, tienen sus efectos secundarios. Y esos, sus efectos secundarios. Y esos, sus efectos secundarios. Y al final, todos chupamos faros.
Eh... tampoco me acuerdo:
No importa si hoy se te acabó el mundo, la vida, la fe, las galletas de animalitos y la gasolina. Mañana vuelve a llover. Vuelve a abrirse el metro. Vuelven a regar las plantas. Mañana sigue, contigo o sin ti. Tú sabes si te levantas.
Cuando los 4 están tirados en el suelo:
¿Que si tocas fondo? Sí. Pero del suelo no pasas.
Y así te llegan las neta. En el lugar más idiota. En el momento menos adecuado. Como el amor. O la muerte. O los 30.
Y a final de cuentas, lo único que consigues es un hombre que te da una mariposa negra, mojada, y muerta.
No importa si te has muerto una, o dos veces, o ninguna. Nunca dejas de empezar de nuevo. No sé cómo van a ser los cuarenta. Pero tengo mis sospechas. En el fondo siempre tendrás 18, porque eres joven solo una vez, pero inmaduro para siempre.
No hay instrucciones para cumplir 30… pero si las hubiera, serían estas:
(Y el resto creo que se lo saben! Saludos y Feliz Veintydiez!)
A los cinco años me enamoré por primera vez en la vida. Otras niñas se enamoraban de un niño de la escuela. Como Joav de primero A, (No, neta se llamaba Joav) que tenia el halcón milenario y la lonchera de Los Ángeles de Charly. O de Shaun Cassidy, que salía en los Hardy Boys.Yo en cambio, me enamoré de Don Gato. Mi única disculpa es que nadie me había explicado las dificultades técnicas del amor entre una preescolar mexicana y un gato callejero neoyorquino, bidimensional y que no usaba pantalones. En mi sistema de valores, -que me temo es el mismo que sigo utilizando hasta el dia de hoy- Don Gato era el galán perfecto. Soltero, independiente, lider nato, rebelde rayando en terrorista, y con sombrero. El sombrero es clave. Dejaria una marca indeleble en mi tierno inconsciente, que posteriormente me llevaría a enamorarme de Indiana Jones y de un asistente de producción cuya única virtud era el susodicho sombrero. No vamos a discutir el tema del asistente… pero... si por error está leyendo esto y donde quiera que esté, ojalá que tenga este tipo de calvicie, consecuencia del puto sombrerito:
En cualquier caso, en aquellos dias pre-video cassette, no quedaba más que estar todos los miércoles a las dos de la tarde pegada al canal 5, y acabando el tío Gamboín con Pacholín y Salchichita, llegaba mi ansiosamente esperada dosis de felinos, interrumpida por los reglamentarios comerciales de Lilí-Ledy y Mi Alegría.
Así pues, para bien o para mal, las aventuras, personajes y peripecias de Don Gato se quedaron a vivir para siempre en el cráneo y el corazón de esta redactora. Laszlo Loszla el violinista venido a menos y disfrazado de barrendero (no es que la peli esa de "El Solista" que está ahora en cartelera, se trata justo de eso?? Chale con fusilarse a Hannah-Barbera... que por cierto, pensé hasta una vergonzosamente avanzada edad que era... una señora. Mrs. Hannah Barbera. Creadora de Los Picapiedra... No William Hannah y Joseph Barbera. Duh), Arabella, el corcel que con la sirena de los bomberos podía ganar el Derby, Carlitos el bebé perdido, Mimosa la que baila el chachachá, las burbuburguesas, el Marajá de Pocajú y su rubí, el chocolomo de Cucho, Demóstenes con su tartamudeo y su sususufro, el lunar de chicle en la planta del pié de Benito, el Oficial Moldún y Matute, el misterio de qué demonios pasaba con Panza y Espanto y la eterna búsqueda de fortuna de mi galán de callejón, me acompañan a todas partes.
Mi amor por Don Gato duró hasta que Han Solo apareció en mi vida. Pero seguimos en contacto y siendo grandes amigos, y nos encontramos de vez en vez. Así, cuando estuve en Madrid, los Españoles me preguntaban: ¿Eres Mexicana? Y al responder que si, la primera pregunta era ¿Qué es el Chocolomo? Porque Don Gato les tocó en la versión Mexicana, y nunca entendieron bien lo Yucateco de Cucho... Y así, cuando escribí mi primera obra de teatro, la protagónica se inventaba un novio violinista que, sí, se llamaba Laszlo Loszla. Y así, en alguno de los guiones que escribí, había un Cucho y un Demóstenes... y así, el gato del sombrero me acompaña a todos lados... Porque que no hay amor como el primero. Aunque viviera en un bote de basura y se lavara la cara con salivita.
Cosa curiosa, con la edad adulta, descubrí que, por si todo lo demás no hubiera hecho nuestro amor los suficientemente complicado... soy alérgica a los gatos.
Estoy escribiendo una entrada sobre mi romance con Don Gato, pero mientras, y en venganza de los críticos de los que nos reíamos hace un año... les tengo las muy increíbles criticas que recibió Casi Divas en los Iunaites!!
Estoy muy contenta. Aquí hay tres de las mejores, pero hay muchas más. Obviamente están en inglés, así que los que no sepan, pidan ayuda al ingresado de Interlingua más cercano, porque están padrísimas!
Daniela Schmidt, Maya Zapata y esta redactora, nos fuimos todas a San Diego a presentar la película, y fue una experiencia muy, muy buena. A la gente le encantó, e incluso alguno de ustedes (Stevie!) se lanzó pa sacarse la foto y oír la plática que dí luego.
Pocamadre, la verdad, volverse a acercar a una película que terminaste hace más de un año, y darse cuenta que sigue estando viva, y que tiene tantísimo qué dar.
Por otro lado, y pa' los fanes, está la página de allá de la película, que trae algunas entrevistas del making of y del cast muy interesantes, y un pedacito de making of con Hans Zimmer, Heitor Pereira y Martin Tillmann, peleándose con la música! Está buenísimo y yo no lo había visto...
Las broncas empezaron desde antes del banderazo. Mi famosa silla de director, con mi nombre, la primera que iba a tener yo en la vida, se rompió en madripedacitos en el instante que me senté en ella. Mala señal.
La cosa era hacer un corto en 24 horas. Editado, musicalizado y todo. Pero luego además resultó que a los 10 cortos, cada uno de un director distinto, los iban a juntar en un largometraje para proyectarlo en grande y en todas las salas. Y ahí si, pues el échatelo rapidito y diviértete se medio fue al carajo. Y luego encima salieron con que el premio para el mejor, sería un largometraje. Y ahí ya se puso seria la cosa.
Conste que jamás pensé que fuera a ganar. Había muchos compañeros directores muy buenos y es muy difícil pegarle al gusto de los jueces. Pero tampoco pensé que me fuera a divertir tanto, y menos que el corto fuera a quedar tan lindo. Porque es simplecito, simplecito... pero la verdad es que me gustó. Y qué?
Se llama Siete, y se trata de un guía de turistas al que se le pierde una turista... y cómo vuelve a encontrarla.
Pero con todo y la diversión, con todo y que lo grabamos en Playa del Carmen, en una playa desierta divina, y en grutas con ríos subterráneos, con todo y que todos éramos amigos de hace tiempo... se puso peludozo (que es como decía peliagudo una amiga Australiana) el asunto.
El banderazo lo dieron a las 12 pm del viernes. Nos sentaron a todos los directores en nuestras sillas nuevecitas mandadas por Boost... y tronaron todas casi inmediatamente. Eran chafíiiiisimas... (tremenda desilusión!) luego resultó que nuestro convoy fue el último en salir porque estábamos en el lugar equivocado. Luego la cámara no registraba el sonido, a pesar de que la habíamos probado... en ese punto yo empecé a volverme loca y a dar de gritos.
La gruta donde filmamos en Explor
La luz del día se nos iba sin remedio. Las cosas agarraron su ritmo finalmente cuando llegamos a la playa. Pero ya en altamar y todos amontonaditos en una lancha, empezaron los problemas de verdad. La -única- peluca que llevábamos para un efecto, se perdió en las profundidades del mar, y si, esta servidora tuvo que poner sus greñas para la escena. Luego la cámara se mojó, y se nos murió. En lo que traían otra cámara, al amigo que hacía las de gaffer lo empezó a electrocutar una lámpara. A todos se nos bajó el azúcar por las horas en el agua, el material pareció desaparecer por un momento, y durante una hora, vivimos en el terror de que todo lo que llevábamos filmado se había perdido (ya me veía yo parándome a la mitad de la proyección de los demás cortos a contarle al público de que se trataba el mío). Luego nos cayó una tormenta tropical de las que te arrancan la carnita de los huesos, y cuando acabó, salieron los nubarrones de moscos del manglar a devorarnos... o más bien a devorar lo que habían dejado de nosotros unas cucarachitas de arena que mordían más cabrón que los tiras de Insurgentes en Navidad.
Total que meramente nomás nos faltaba un oso polar para estar en un capítulo de LOST.
Pero lo acabamos.
Y quedó pocamadre, la neta.
Y hacía rato que no me divertía tanto.
La buena noticia es que lo vamos a poder ver todos en el cine, esperemos que no dentro de tanto tiempo...
La mala es que me quedé sin premio, sin silla, y sin un centímetro de piel sin piquete de mosco.
Pero entenderán mejor mi laaaarga ausencia cuando les diga que... Amigos Imaginarios está detenida hasta nuevo aviso. Ha sido largo y complicado, y más largo y más complicado, pero sencillamente se resume a esto: Para hacer la película que queremos hacer y que el guión se merece se necesita un presunpuesto mayor del que teníamos. Así que se detiene hasta que exista ese presupuesto... y mientras, yo sigo trabajando en otra historia que vengo masticando desde hace tiempo.
Y, como comprenderán, todo lo anterior implica cambios tremendos, y poca claridad para hablar aquí. Pero estoy de vuelta, y prometo escribir en brevísimo tiempo con más de las aventuras que me ocupan ahora...
Saludos a todos, y de nuevo gracias por la paciencia!!!