Pagina 70, y aun viva...
Finalmente, Julio Marambio parece saber quién es, con lo cual yo estoy mucho más tranquila. Es curioso; la mayoría de los teóricos de guión aconsejan trazar todo hasta las lágrimas antes de lanzarte a escribir el guión en sí mismo; Saber todo del personaje, todo de la trama. Pero por otro lado, Stephen King que ni es guionista ni es respetado como escritor serio, aconseja no saber nada. Lanzarse contra el papel a madrazos, y averiguar en el camino quién es el personaje, y qué le pasa.
Regularmente hago caso de los primeros, y nunca del segundo; Efectos lo escribí después de un año de hablar y tallerear con los actores que harían a los personajes, decidiendo desde los apellidos hasta los signos zodiacales, pasando por películas favoritas, sueños recurrentes, todo. Pero este guión, que por el momento estoy llamando Acá pa' la Banda, y que es por encargo (eso quiere decir que no es una idea original mía, sino que me contrataron para desarrollarlo) lo estoy escribiendo siguiendo el consejo de Mr King. Hay varios motivos: Uno, prisa. Dos, como es el tercer guión profesional que hago en el género, y conozco tan bien la fórmula, sale casi de manera automática. Tres, me ha resultado muy revelador.
Claro que cuando aparece Julio, en la página 30, y rompe una guitarra contra la pared, y lo único que sé es... nada... el asunto resulta bastante menos genial y divertido de lo que augura Steve K.
Así que estar ahora en la página 70, después de un encerrón de todo el fin de semana, descubrir quién es este tipo, y porqué debería de volver loca a mi protagónica, es fabuloso. Una cosa que debo confesar aquí, y qué resulta por demás inquietante es que los galanes que escribo, invariablemente tienden a moverse hacia ser insoportables, peligrosos, un tanto psicóticos, de mal genio, y de pelo largo. Aclarando que nunca he andando con un hombre que reúna las características (aunque siendo estúpidamente joven me casé alguna vez con alguien que tenía el pelo hasta los hombros. Esas cosas pasan. Ni modo), es por lo menos preocupante. Marina de Tavira (Marina de Efectos) y yo, hemos desarrollado una teoría, y es lo que hemos dado en llamar el Sindrome Granchester. Por Terry Granchester, de Candy Candy.
Para aquellos que ronden los 30, lo siguiente puede tener sentido. Para los que no, refiéranse a una investigación Googleífica, y averígüenlo, porque puede aclarar muchas cosas sobre la psique femenina treintona.
De acuerdo con mi investigación conjunta con la señora Tavira, las mujeres se pueden dividir entre las que se enamoran de Anthony (Anzony, decía la babosa de Candy) y las que se enamoran de Terry. Las que se enamoran de Anthony, gustan de los mequetrefes detallistas, lindos, espirituales y comprensivos. Hombres sensibles, que regalan rosas. Las que se enamoran de Terry, se enamoran de los bastardos groseros, egoístas, misteriosos, atormentados y desgreñados. De los Heathcliffs del mundo, pues. Aclaro un punto: No es que seamos idiotas por completo; al final, los Terrys descubren que no pueden más con su pasión contenida, y caen en un beso arrebatador con las respectivas Candices que esperamos pacientes su toma de conciencia.
Todo lo anterior puede querer decir que:
a) mis referencias culturales son tristemente provenientes de unos monos japoneses.
b) mis referencias amorosas también, lo que es peor.
c) No he superado lo que aprendí a los 12.
d) canal 13 tiene la culpa de la mediocridad cultural de una generación de mujeres que siguen asustadas de la Hermana Grey.
Pero en mi defensa diré solamente: Terry es una mejora sobre mi amor anterior: Don Gato. Las implicaciones serían bestiales, si no fuera porque el Enemigo de Matute, era también una caricatura. Y que todos los niños de la escuela se rieron de las niñas enamoradas de Terry hasta que conocieron a Jessica Rabit. Y entendieron.
Sin más por el momento, y corriendo a escribir las 20 páginas que faltan:
Candy.
PS: No hay noticias sobre mi power book. Voy a tener que de verdad, hacerme bruja y mandar un hechizo contra alguien. Si tuviera el tiempo...
Regularmente hago caso de los primeros, y nunca del segundo; Efectos lo escribí después de un año de hablar y tallerear con los actores que harían a los personajes, decidiendo desde los apellidos hasta los signos zodiacales, pasando por películas favoritas, sueños recurrentes, todo. Pero este guión, que por el momento estoy llamando Acá pa' la Banda, y que es por encargo (eso quiere decir que no es una idea original mía, sino que me contrataron para desarrollarlo) lo estoy escribiendo siguiendo el consejo de Mr King. Hay varios motivos: Uno, prisa. Dos, como es el tercer guión profesional que hago en el género, y conozco tan bien la fórmula, sale casi de manera automática. Tres, me ha resultado muy revelador.
Claro que cuando aparece Julio, en la página 30, y rompe una guitarra contra la pared, y lo único que sé es... nada... el asunto resulta bastante menos genial y divertido de lo que augura Steve K.
Así que estar ahora en la página 70, después de un encerrón de todo el fin de semana, descubrir quién es este tipo, y porqué debería de volver loca a mi protagónica, es fabuloso. Una cosa que debo confesar aquí, y qué resulta por demás inquietante es que los galanes que escribo, invariablemente tienden a moverse hacia ser insoportables, peligrosos, un tanto psicóticos, de mal genio, y de pelo largo. Aclarando que nunca he andando con un hombre que reúna las características (aunque siendo estúpidamente joven me casé alguna vez con alguien que tenía el pelo hasta los hombros. Esas cosas pasan. Ni modo), es por lo menos preocupante. Marina de Tavira (Marina de Efectos) y yo, hemos desarrollado una teoría, y es lo que hemos dado en llamar el Sindrome Granchester. Por Terry Granchester, de Candy Candy.
Para aquellos que ronden los 30, lo siguiente puede tener sentido. Para los que no, refiéranse a una investigación Googleífica, y averígüenlo, porque puede aclarar muchas cosas sobre la psique femenina treintona.
De acuerdo con mi investigación conjunta con la señora Tavira, las mujeres se pueden dividir entre las que se enamoran de Anthony (Anzony, decía la babosa de Candy) y las que se enamoran de Terry. Las que se enamoran de Anthony, gustan de los mequetrefes detallistas, lindos, espirituales y comprensivos. Hombres sensibles, que regalan rosas. Las que se enamoran de Terry, se enamoran de los bastardos groseros, egoístas, misteriosos, atormentados y desgreñados. De los Heathcliffs del mundo, pues. Aclaro un punto: No es que seamos idiotas por completo; al final, los Terrys descubren que no pueden más con su pasión contenida, y caen en un beso arrebatador con las respectivas Candices que esperamos pacientes su toma de conciencia.
Todo lo anterior puede querer decir que:
a) mis referencias culturales son tristemente provenientes de unos monos japoneses.
b) mis referencias amorosas también, lo que es peor.
c) No he superado lo que aprendí a los 12.
d) canal 13 tiene la culpa de la mediocridad cultural de una generación de mujeres que siguen asustadas de la Hermana Grey.
Pero en mi defensa diré solamente: Terry es una mejora sobre mi amor anterior: Don Gato. Las implicaciones serían bestiales, si no fuera porque el Enemigo de Matute, era también una caricatura. Y que todos los niños de la escuela se rieron de las niñas enamoradas de Terry hasta que conocieron a Jessica Rabit. Y entendieron.
Sin más por el momento, y corriendo a escribir las 20 páginas que faltan:
Candy.
PS: No hay noticias sobre mi power book. Voy a tener que de verdad, hacerme bruja y mandar un hechizo contra alguien. Si tuviera el tiempo...
Etiquetas: Candy Candy, guionismo, Terry Granchester