Sin Ceros

¿Cómo pudimos perder, si éramos tan sinceros? Charlie Brown, 1963. Diario virtual ciertamente no diario y virtualmente incierto de Issa López, guionista y directora de Efectos Secundarios, Casi Divas y otras curiosidades, quien usa este espacio para no hacer el trabajo que debería de estar haciendo.

miércoles, marzo 28, 2007

López American Idol

Sí, esto es justamente lo que parece. No, no canto un carajo. Pero verdaderamente un carajo afónico, atropellado, cruzado con gato. Desfalleciente. Que acaba de comer pinole. Y con leves problemas terminales de entonación.

Así que hay otra explicación. Explicación que seguramente le hubiera encantando oír al juez que me escuchó cantar... esto es, si le hubieran quedado tímpanos después de la experiencia. Pero para ustedes, queridos suscriptores, aquí está la explicación:

Soy extremadamente holgazana, desidiosa, desorganizada, desastrosa y, como he explicado, procrastinadora excepcional, pero me enorgullezco de poder decir que realmente investigo para escribir. De manera que para Efectos... bueno, cumplí 30. Para Niñas, me enrolé en la academia de feminidad de Tota Topete, lo cual merece su propio post, cré-an-me.

Y para esta cosa que no tiene título -misma que filmo muy pronto, espero- lo que hice fue ir a Latin American Idol. Neta. Para entender cómo funciona una audición abierta, el tipo de gente que va a ellas -aparte de directoras hiperactivas- y lo que se siente participar en una.

Y lo que se siente más o menos es:

Calor. Quemaduras de sol de primer grado. Envidia de la voz de la mujer de tu prójimo. Y de la de tu prójimo. Y la del prójimo de tu prójimo, su mujer, y la prima de su mujer, porque empiezas a sospechar que nadie, na-die-n canta peor que tú. Desesperación con los organizadores Argentinos que se la pasan en el megáfono, diciendo cosas como: -Eh, chicos, hagán como si fueran adultos, sha vieron? Si shamán del 500 al 550 es que no quieren a los del 600... - Admiración profunda por el par de güevos que se necesitan para ponerse ciertas minifaldas. Una sensación de vejez extrema, especialmente cuando tienes que hacer circo maroma y teatro para no presentar una identificación que demostrará sin duda que tienes más de 30 al 1o de Febrero.... una satisfacción inmensa de que te crean sin parpadear que tienes 29 (Sí, sí, ni modo. Ni modo, se friegan y no me cansaré de decirlo: ¡29, 29, 29! aunque Pedrito Izquierdo se empute. Y eso, como dice Billie Holliday, you can't take that away from me...)

Err... volviendo al recuento, después del egotripcito: Hambre, que en six flags sólo puede ser satisfecha con chuchulucos y garnachas. Terror, seguido de aburrimiento eteeernooo... más terror cuando te toca tu número. Pánico cuando estás entre los siguientes 10. Horror cuando ves al juez con su cara de que está harto. Frustración cuando le cantas tu ensayadísima "Quizás, quizás, quizás" y te interrumpe para preguntar si no tienes algo más "bienvenido a 2007". Hastío cuando hace jeta al decirle que sólo traes "bésame mucho". Desencanto cuando cantas bésame mucho del culo, y te das cuenta que tú mismo te descalificarías. Sorpresa cuando pide algo más (pinche juez masoca). Inspiración para cantar Summer Time. Profundo sentimiento de orgullo herido cuando te dice que no gracias, a pesar de que sabías que ibas a perder, a pesar de que sólo ibas a eso, a la experiencia, a pesar de que si por algún error del destino, sordera terminal del juez o broma cósmica pasabas a la siguiente etapa íbas a estar en broncas, porque, ejém, NO tienes 29, aunque ahora pretendas otra cosa.

Y finalmente, satisfacción cuando lees las notas fabulosas que hiciste de tu investigación antropológica, y encuentras cosas como el que alguien grita: ¡Arriba Tulancingo! O que hay quien va vestido de mariachi, o que alguien más va disfrazada de Belinda... y te recuerdas que está pocamadre ser escritora y directora, porque puedes retratar esas cosas... y que no pasa nada si no te conviertes en ídolo pop... por lo menos este año.

En fin. Para despedirme, reproduzco la versión del póster de Efectos que hizo mi querida querida querida amiga Australiana, a la que pueden visitar en el link de aquí a la derecha, (Adelaide) y ver la versión grande de esta cosa padrísima:


Sin más, un abrazote a todos, y mucho éxito en sus carreras musicales, considerando que la mía murió al nacer...

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sábado, marzo 24, 2007

De cómo se pierde al ratón de los dientes

No pude subir la otra foto, pero traje esta, que adicionalmente, es, según sus fuentes, una auténtica foto de fantasma... ahora sí. El post que prometí.

Viviana: Cuando tenia 15 años fui con mis amigas a una conferencia en el Museo del Carmen, donde están las momias. Terminó tardísimo, y además ya se había ido todo mundo, así que nos quedamos casi solas. Y da como miedito, ¿No? Un convento de la colonia, con monjes momificados en el sótano, y cuatro quinceañeras solas… y clásico que íbamos riéndonos de nervios, y empujándonos para asustarnos, y eso… cuando de entre las sombras aparece una dama de la época de la colonia, pálida, con su vestido del siglo XVI y viene hacia nosotras. Y pensé… no sé qué pensé. Se te detiene el corazón, porque es un fantasma. Se te caen los calzones. Y por más que no duermas en las noches soñándolos… en el fondo sabes que no existen. Hasta que ves uno. Y de pronto el mundo es otra cosa. Si hay fantasmas… Dios existe. Y Santa Clós, y se te puede leer la mano, y adivinar el futuro, y el Karma va a llegarle a todos los hijos del mal. Y hay un cielo, y los deseos se te pueden cumplir si apagas todas las velas de tu pastel. Pero en eso la dama fantasma se puso un dedo así, y hizo así… shhh. Estamos en función. Y nos dimos cuenta de que era una obra de teatro. Y la palidez de repente fue maquillaje, y el vestido estaba hecho de náilon. Y no, no hay Ratón de los dientes. Ni vampiros. Ni nada.

Esa es otra entrega de eso que escribí para los niños de Efectos, y Viviana sería interpretada por Marina. Esa cosa, ahora se llama, por el momento, Morir en el Intento. Como notarán, en este negocio los nombres van y vienen más que los falsos amigos, y ya es decir.

Sin más, huyo a dormir, y más noticias pronto. Un abrazo. Los dejo en compañía de más fantasmas, porque yo, a diferencia de Viviana, me niego a creer que no existen.


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viernes, marzo 23, 2007

Errata

domingo, marzo 18, 2007

Moctezuma y su Palacio de Hierro




Fernando off:

La vida cobra otra perspectiva cuando entiendes que lo último que vas a ver jamás es un anuncio de la Gran Venta del Palacio. Cuando todas las veces que escribiste tu nombre en la sopa de letras, las 12 mil veces que te amarraste las agujetas, los 32 dientes de leche que perdiste, la primera vez que le tocaste a alguien los pechos por encima de la camiseta de deportes, la última vez que besaste un pezón, el gol de aquel partido en la marquesa con los primos, el primer cheque que te pagaron, la última película que viste, las quesadillas que cenaste anoche, todo, termina esparcido sobre una leyenda de 20% o 6 meses sin intereses. Aplican restricciones.

Y a pesar de eso pisas el acelerador. Y te da tiempo de notar que la velocidad desprende los moños blancos de boda del coche, y los reparte por la banqueta en un camino que imaginas, si se sigue como el rastro de migajas en el bosque, llevará finalmente a lo que quede del Mercedes, de la boda, de tí mismo, a través quizás del parabrisas, hecho uno con las cajas de zapatos que las modelos balancean en su vida perfecta, de descuentos y remates, bidimensional, como serás tú mismo en 3 fracciones de segundo. Y aceleras. Y aceleras.

Escuchamos un aparatoso choque fuera de escena, pero el efecto se corta antes de terminar. Tras un momento, entra Fernando, vestido de novio, cubierto de polvo blanco. Se sacude.

Lo anterior es el principio de esa cosa que estoy haciendo con los actores de Efectos. Por el momento, la podemos llamar La Venganza de Moctezuma. El único problema es que aún no sabemos quién va a ser Fernando, aunque tenemos clarísimo que Dante es Arturo, y Matías Pedro. Estoy haciendo un ejercicio por demás absurdo, y precisamente por eso delicioso: Para evitar caer en las trampas de escribir guión en automático, arranqué escribiendo como teatro. Y está saliendo poca madre, creo, o cuando menos estoy volviendo a disfrutar de escribir, cosa que hace mucho no me pasaba. Como prometí, los mantengo informados.

Huyo a L.A! Más noticias pronto...

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miércoles, marzo 14, 2007

Oliver, Oliver.

En la foto, la nominadísima al Ariel Madame Gollás, yo mera, y Pedro el huerfanito, sustantivo sobre el que me explayare más tarde. Estamos posando todos en el patio del Hotel Coronado, en Coronado Island, San Diego, que es donde la queridísima maestra Elba Esther tiene casita y yate... pobrecita. Pero ahora sí que como le decía a mi amiga Ana: Eso de levantarte en tu yate, en tu camota de satín, te pones tu bata Chanel, donada por los maestros de Oaxaca, vas a tu baño escogido por diseñador... y Karma instantáneo: en el espejo ves esa carita. Como dice mi padre: Ha de saberte a teta de bruja.

San Diego es poca madre, y nos fue de poca madre; no sólo les encantó la película, sino que aparecieron potenciales compradores, fanes inosospechados, y hartas compras innecesarias.
Quiero referir aquí algunos momentos esenciales: Pedro tenía hambre. Llegamos a Tijuana y cruzamos la frontera, cosa que provoca una emoción mezclada, desde el aire que ya huele a gringo, hasta las pintas en el muro que desde hace mucho ya divide las 2 Californias. Cuando llegamos a San Diego, Pedro tenía hambre, así que comimos. Vimos una película de terror que era mucho menos buena que la historia que me había hecho en la cabeza. Pedro tenía hambre, y comimos. Nos encontramos con Ana (AM, Morraaaa!) y Mario, amigazos del norte, y claro, fuimos a cenar con ellos, porque Pedro tenía hambre. Conocimos a Carlos, tipazo que además de ser pocho, hijo de uno de los hermanos Carrión, ex-seminarista, ex-soldado, ex-actor mejor conocido como hijo de Raúl el jardinero en las soapoperas gringas. Pedro tenía hambre, así que comimos algo antes de ir a una fiesta del festival, pero nos tuvimos que ir porque Pedro tenía hambre y había que comer algo. Día 2, Pedro se despertó con hambre, de manera que comimos cualquier cosita, vimos a Jermaine, a Ale, y a comer algo porque Pedro tenía hambre. Película y gran éxito, seguida de cena, porque Pedro se sentía algo hambriento, y tras otras 76 comidas, estoy de regreso. Después de una visita a la báscula que resultó bastante más horrenda que la susodicha película de horror, he decidido que no vuelvo a viajar con Pedróliver Twist que siempre se está muriendo de hambre. Me cae que ni en India vi tanta pinche hambre.

Pero eso sí, terminamos en una fiesta del festival bastante poca madre, bailando -cosa que nunca en mi vida pensé hacer- al ritmo de Paulina Rubio, y escuchando las deliciosamente interminables alabanzas que hacía el hijo de Raúl el jardinero sobre Efectos, mientras Pedro y yo hacíamos los pasos aprendidos en los dvd's que traje de Delhi, Ale agitaba todos sus 1.48 y medio, y Octavio (El sr. Ale) se rehusaba a bailar rolas de Chayanne.

La gente del festival -Larissa, Fernando, Samya, Christian y demás voluntarios y banda- fueron verdaderamente divinos, y la experiencia completa deliciosa. Como la pinche comida, pero en fin.

Ah! Y acaban de invitar a Efectos a Seúl!!! No creo ir, porque puedo -y debo- estar en rodaje, pero si no, me cae que me voy para contarles cómo está Korea. En mientras me voy a Los Angeles el lunes para volver, precisamente, con fecha de rodaje. Ojalá. Y luego ya me quedo por acá para poner algún post que no se trate de pasear.

Hasta entonces!

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jueves, marzo 08, 2007

Es aquí, es aquí, es aquí...


En la imagen, el tráfico de la hora de la salida de la escuela en Nueva Delhi. Nótese que los transportes escolares son rickshas, y la imagen de Shiva en el tablero de mi taxi...

Bueno, pues de 12 nominaciones, hubo una sola diosa de plata, que se convertirá en posesión de la comunidad, me temo.

Me dedico en este espacio entonces a platicarles de otras cosas: Ayer fui con Arturo Barba a escuchar en vivo a Improbable People, que son unos chidazos, y además de tocar maravillosamente, le abrieron nada más ni nada menos que a los Kings of Convinience. De modo que nos pasamos dos horas espléndidas escuchando a Erlend Oyes. Muy recomendable!

En fin. Prometí hablar más acerca de la India, así que cumplo, por difícil que parezca la tarea, precediendo mi relato, condenado a quedarse corto ante la experiencia, con un sentido, profundo y verdaderísimo agradecimiento a la gente de la embajada de México en India, a Claudia, a las finísimas personas de la Universidad Jamia Milla, y a todos los que se apiadaron de una viajera improvisada en las antípodas de su tierra.

En primer lugar, explicar que los hombres Indios son los verdaderos pros del ligue. Del deporte del ojito. Del Howyoudoin? En resumen que quítense lancheros acapulqueños, Italianos sobretestorenonados, y creo que hasta expresidiarios recién liberados. Nada compara con echarse una caminadita en jeans por Old Delhi. No, si no salí embarazada creo que porque pasé rápido. Sí, es muy halagador y todo eso, pero por ahí de la décima vez que sales con novio cada vez que preguntas cómo ir a algún lugar, o nada más esperas para cruzar la calle -deporte por demás extremo considerando el flujo de rickshas, motonetas, biclas y taxis, que se guían no por los carriles pintados de adorno en el suelo, no por las señales de tráfico, sino por el claxonazo que piden con sendos letreros todas las defensas traseras, en hindi o en inglés.

En fin. Hay otra cosa enloquecedora... los olores. Todo huele a especias. A supbari, que ellos le llaman a algunas yerbas. A incienso, que se quema en todas partes. A patchuli y sándalo. A humo de escapes, de la basura que quema la gente para calentarse en la calle. Una mezcla tan desconcertante como todo lo demás. Todo mundo canta. Todo mundo grita en hindi. Las sonrisas están manchadas del rojo del tabaco que mascan. Los Sikhs combinando sus turbantes para que hagan juego con su camisa, los sarees, las batas, la tela flotante de los colores más imposibles en otro continente, los colores... monos en las calles, loros verdes, halcones, vacas, camellos, elefantes. Películas en las que se canta a la menor provocación, incluso si son la versión Bombay de 007.

Los intocables, en un sistema de castas que desde luego que existe. Los castrados, vestidos de mujer, que dan suerte. Vendedores, vendedores, vendedores... la casi imposibilidad de encontrar precios fijos, porque todo se regatea.

Chutney, curry, chapatis. Lassi para beber. Té con leche. Sonrisas. Madam para acá y para allá. Mi novio Rohit, de 15 años, que me pidió un beso y 20 rupias cuando acabó de darme el tour por las tiendas, y me paró una ricksha. Mis manos pintadas de henna, por una mujer que no habla inglés, y me las talla con aceite de mostaza antes de pintarlas con un sólo largo trazo. Mi otro novio Sahmed que vendía sacos de tela bordada. Dioses, todos los dioses del mundo, hermosísimos en los templos, de mármol blanco pintado a mano, de tamaño natural, bailando gráciles, como si no pesaran 3 toneladas, vestidos en seda, con collares de flores. El sempiterno bindi en el centro de la frente, rojo, candente. El templo Jain de 1000 años que aparece en un callejón olvidado, y el tenerte que lavar las manos, la boca, los pies antes de entrar, y el guía que te explica que ese es su dios 14, su dios 24, y te pone un bindi amarillo, de azafrán y sándalo. Basura. Publicidad. Rincones que te recuerdan Blade Runner. Turistas. Perros. Un inglés del que no entiendes más que la última palabra en cada frase. Rupias, rupias, rupias, en el mercado de las novias, lleno de brazaletes, aretes, bordados dorados, metros tras metros de seda roja. Como todas las mujeres aquí, menos tú.

Las piedras. La plata. Un jardin inglés, perfectamente cuidado, perfectamente alejado de los cláxones y los gritos, que dentro esconde 8 tumbas de reyes y reinas. El Q'ran, labrado en todas las puertas. El llamado a la oración del muezzin, lejano, extranjero, lamentoso para el visitante bárbaro en el que te reconoces de pronto.

El Taj Mahal, que es la cosa más bella que has visto nunca, y aunque estés harta de ver las fotos, cuando lo ves de verdad, las rodillas se te doblan. Caminar entre las piedras de una ciudad amurallada y olvidada. La leyenda sobre aquel dintel: Si es que existe el paraíso, es aquí, es aquí, es aquí.

Y el infierno también. Es aquí, es aquí, es aquí.

India.


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