Ha llegado la hora de admitirlo: soy una persona tecnológicamente desafiada. Ese es el término políticamente correcto para decir que soy una perfecta pendeja con las máquinas. Como decir que un ciego está visualmente desafiado; de la misma forma mi exmarido solía decir que yo estoy verticalmente desafiada. Eso quiere decir que me caigo con frecuencia, no que me la paso en la horizontal, aclaro para aquellas mentes que están desafiadas para la decencia. Desgraciadamente. Y eso va por la horizontal, la decencia, y mi estupidez con los circuitos, todo junto.
Explico: A pesar de estar haciendo un esfuerzo meritorio para aparentar que soy una ficha con la computadora, y tener a varios de mis cercanos impresionados con la falsa ilusión... no. No he podido subir una pinche foto a este blog, por ejemplo. Pero a últimas fechas mi caso se ha vuelto verdaderamente alarmante.
La historia comienza con mi pérdida de un celular rosa monísimo, motorola, de esos HelloMoto, en un Sanborns de Guadalajara, porque el Intelectualmente Desafiado de Arturo Barba -Adán, en Efectos- se puso a jugar con él en la mesa, mientras promocionabamos la película por allá. Y allá lo dejé de recuerdo, con todo mi amor para Jalisco. Entonces fui y lo sustituí por otro lindísimo, supereslim ultramusical multifuncional y la octava maravilla envuelta en huevo. Ah, y que cada vez que hablaba con él se oian más chiflidos que en el informe presidencial. Entonces voy y lo cambio, arrastrando a la pobre de Alejandra Gollás en el intento, y haciéndola jurarle al pobre individuo de Telcel que el famoso teléfono no servía ni para detener la puerta abierta. Estoy muy contentita, muy feliz estrenando otra vez celular, cuando voy y perdo mi computadora. No abundaré aquí, porque me temo los tengo a todos más cansados con eso que con el Voto por Voto. Pero no tengo computadora. Viene Pedro Izquierdo -nótese cómo he involucrado uno a uno a todo mi reparto en mi decadencia tecnológica- y me presta la suya... y se mutantea y ya no reconoce jpg's, ni videos. Así que en una de estas tengo que plancharla y volverle a poner el Sistema Operativo. Estoy consternada con esta situación cuando se me cae mi doblemente nuevo celular al escusado. Sí, como lo oyen. Me fui a Cancún, a un congreso en Xcaret, me la paso junto al mar cuatro días, y no pasa nada. Pero vuelvo a mi casa y tiro mi celular en el water. Divino.
Total, se seca la cochinada esa. (aclaro que el water estaba limpísimo y antes de usarse. Hay algo de protección divina, todavía, supongo) y ahora no cuelga. Así que si llamo, tengo que aplicar el "cuelga tú" "No, cuelga tú, ándale..." como tarada. Pero eso es si me contestan. Si no, tengo que dejar mensaje a güevo -mensaje que frecuentemente dice: "Carajo... ¡No puedo colgar esta porquería! ¡Me lleva! ¡NO, no puedo quitarle la pila porque... mmm... nggg.... aahhh..." y así sigue. Si les pasa, es que era yo, no una grabación telefónica para extorsionarlos.- y aún después del mensaje, no se cuelga... y sigo esperando que se acabe la llamada. Como Penélope pero la versión de Carlos Slim, supongo.
Ah, pero no acaba ahí mi aventura. Ayer perdí el internet inalámbrico. Y mientras batallo con eso, cambio el celular -harta de dejar mensajes por el mundo- por uno del 2000 que encontré en un cajón. Uno que todavía no tenía ni colorcitos en la pantalla. Y cuando lo hago, al tratar de guardar mis teléfonos en el SIM, los borro todos. Sí, todos. Y como no los tengo en la computadora porque JA! No tengo computadora, pequeño detalle!!! ahora no puedo llamar a nadie.
Y en este silencio espeso me doy cuenta de que en algún momento del camino me convertí en la mujer que depende del I-pod con su I-trip, la powerbook, el memory stick, el celular con bluetooth, el manos libres inalámbrico, el Airport, el Polar para calcular mi frecuencia cardiaca cuando corro, el VideoOnDemand, el directorio virtual, el I-disk, mi site, mi blog, mi Screen Writer para trabajar, mi cuenta de correo electrónico -o las tres, más bien- las doce búsquedas de google reglamentarias al día, para las referencias en mis guiones, y hasta el messenger.
Qué pasó con los buenos viejos días en los que nos sabíamos los teléfonos de la gente? En los que un cuaderno nos bastaba para escribir las ideas? En las que si te buscaban, dejaban un recado en tu casa? Qué pasó con consultar el Tesoro de la Juventud, o la enciclopedia Salvat??? Quién demonios nos dice que Wikipedia tiene todas las respuestas???? Por qué sólo existimos si estamos en Google???
Por qué no me casé con alguien que sepa de computadoras, Dios mío?????
Pero Dios no contesta. En su messenger, sólo se ve el signo del relojito...
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