Sin Ceros

¿Cómo pudimos perder, si éramos tan sinceros? Charlie Brown, 1963. Diario virtual ciertamente no diario y virtualmente incierto de Issa López, guionista y directora de Efectos Secundarios, Casi Divas y otras curiosidades, quien usa este espacio para no hacer el trabajo que debería de estar haciendo.

lunes, junio 26, 2006

Aqui y en Siam

Jermaine estuvo aquí la semana pasada, y sincronizamos los ¡54! cues de score de Efectos. Y mientras más escucho la música absolutamente espléndida que hizo para la historia, más me sorprende cómo fué que Jermaine llegó a Efectos.

En mitad del rodaje, recibí un mail diciendo que estaría interesado en hacer la música de la película. Aparentemente, había dado con ella en internet, y le gustaba la idea. Visité su site, como sugería el mail, y me sorprendí de la calidad de su trabajo. Entonces pensé, obviamente, que el hombre no tenía idea de la diferencia brutal entre un presupuesto Hollywoodense, y uno Mexica. Y que en cuanto le hiciera notar que no iba a ganar ni una mínima parte de lo que ganaría en una producción gringa, iba a desaparecer discretamente. Pero grande fue mi sorpresa cuando resultó que no solamente seguía interesado, sino que estaba dispuesto a hacer una prueba.

En cuanto hubo algo de imagen, le envié la primera secuencia de la película; Marina sumergida en el agua. Y en cosa de un par de horas, tenía de regreso en mi correo una propuesta que era, exactamente, la idea que yo tenía en la cabeza. De ahí en adelante, fue todo puro trámite; Jermaine iba a ser el compositor de Efectos Secundarios.

El trabajo que hizo, es realmente sorprendente. Desde el principio le dije que iba a ser un score súmamente ecléctico; a final de cuentas son cuatro personajes completamente diferentes, en cuatro ámbitos totalmente opuestos. Pero creo que el pobre no tenía idea de en lo que se metía.

A final de cuentas, con todo y lo ecléctico, y lo disparado, y lo enloquecido... se hace un tapiz muy interesante: La música para Marina es enormemente delicada, nostálgica, mágica. Piano y mandolina, para sus escenas en el agua, para sus historias con Mariposas. Mimí recuerda una caja de música, melancólica, ligeramente descompuesta, que va enloqueciendo hasta convertirse en algo energético y malvado, como ella misma. Adán está lleno del sonido de una cítara, oriental, sofisticado, algo malportado. Ignacio es mucho más oscuro, más electrónico, guitarras eléctricas mucho más agresivas. Y sin embargo, hay una identidad total, definida completamente característica en el score total de la película. Eso se llama estilo, y el señor Stegall lo tiene.

A pesar de la distancia, a pesar de que la comunicación fue a través del Skype, a pesar de las aparentes diferencias culturales, lo que conseguí con Jermaine fue un lenguaje. Terminamos por entendernos; si yo decía ominoso, él entendía la nota precisa, si yo decía delicado, también. Y a veces, cuando no era exactamente lo que yo pensaba, era aún mejor. En resumen, una experiencia única. Irrepetible, supongo, hasta el próximo proyecto. Me cae que haber visto tanto cine durante tanto tiempo, termina por crear un código común con cualquier otro cinéfilo del mundo. Crecemos con los mismos héroes, los mismos villanos, los mismos chistes y las mismas pesadillas, aquí, en Chicago y en Siam, supongo.

El trabajo con Jaime Baksht y con Efrax fue excelente, y de nuevo me queda clarísima la importancia de hacer equipos. Y, muy definitivamente, estas son tres de las personas con las que quiero trabajar en muchos, muchos proyectos.

miércoles, junio 14, 2006

Sobre el exhibicionismo y otras virtudes

El largo silencio se debe sobre todo a que el trabajo se ha vuelto un poco enloquecedor; la corrección de color, en manos del muy talentoso Fernando Medellín, está casi completa, y hemos visto ya casi terminados los efectos digitales. Estamos comenzando la tercera semana de THX, y vamos con efectos sonoros. La primera semana se hacen directos y diálogos, la segunda doblajes, voces en off, follies -que son los sonidos que se reproducen en una cabina, como pasos, golpes, ropa...- y esta semana ya hemos hecho el sonido de dos quemados corriendo, una explosión de auto, dos atropellamientos... en fin. Se está poniendo divertido en las siempre expertas manos del maestro Jaime Baksht, y el diseño tremendo de Efrax. El lunes arrancamos con la musica score que viene a mezclar el mismísimo Jermaine, directamente desde California; la verdad es que dificilmente podría estar más contenta con los resultados. Creo que la película se sigue convirtiendo, cada vez más, en lo que soñé alguna vez.

Y de eso quiero hablar aquí. Cuando estaba en rodaje, y vi por primera vez, en rushes, las imágenes que habíamos filmado bajo el agua, tuve una sensación extrañísima. De ver en el monitor una cosa que había soñado. Y me acordé de repente de "Hasta el Fin del Mundo", de Wenders. De esa máquina que graba los sueños, y de cómo la gente, cuando puede ver consciente sus propios sueños, se pierde en ellos. No quiere hacer nada más que mirarlos una vez y otra, en loop. Y eso me pasaba: no podía dejar de mirar la imagen de Marina bajo el agua, su cabello flotando, su vestido de noche, la mano de Ignacio que aparece para rescatarla. Tal como lo soñé. Y me cayó el veinte de que eso es el cine. Eso tiene que ser el cine: una máquina para... grabar sueños. Un truco que permite que alguien registre un sueño, y pueda mostrárselo al resto del mundo. Y me di cuenta de que por primera vez en la vida, podía mostrarle a alguien más EXACTAMENTE la imagen que tengo en la cabeza. Que si yo digo silla, el otro, el que escucha, no iba a imaginarse una silla azul cuando yo pensara en una silla roja. Íbamos a ver la misma silla. La misma mujer bajo el agua, la misma mano de fuego. Y es un alivio y un gozo poder sacarte de la cabeza las imágenes. Ponerlas en una sala oscura. Mostrarlas como el exhibicionista que todos somos en el fondo. Mostrar los sueños.

Creo que una película es más o menos exitosa en tanto más o menos se parece al sueño del que viene. En tanto más o menos traduce en celuloide el movimento REM del que imaginó la historia. A final de cuentas; ambos procesos son químicos: soñar es una reacción causada por neurotransmisores que se derraman a través de las dendritas en el cerebro. Señales eléctricas provocadas por químicos que secretan nuestros deseos. Y filmar es quemar con luz el nitrato de plata en el celuloide de la película. A final de cuentas las historias salen del inconsciente para ir a la pantalla, y al ser observadas, quedarse a vivir de nuevo en el inconsciente, pero del espectador. El cine es un medio, quizás, de contagio para las patologías que llevamos en el alma; de mi id, para el id del resto del mundo.

Con todo cariño, claro está.

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