India Song
No hay manera de explicar un viaje a la India. No hay manera de entender un viaje a la India. Al cuarto día de estar ahí, con el estómago revuelto y el espíritu ídem, tuve que sentarme en el Templo del Loto, que es un santuario multi-fe -como todo en India- para tratar de entender qué demonios estaba sintiendo. Por qué nunca, ningún otro viaje me había agitado tan profundamente. Y lo que creí vislumbrar, en el silencio del templo sobre sus nueve estanques de agua, es que India es el ombligo del mundo. El lugar donde Dios tocó al planeta, para despertarlo. A final de cuentas, la civilización empezó ahí al ladito, contraesquina. A final de cuentas, Budha nació ahí, y los estudios más recientes indican que Cristo también. (Y que parece que fueron la misma persona, para colmo) A final de cuentas ahí están los templos de trece millones de dioses del hinduismo. Y si trece millones y dos mesías no bastan, está que es la cuna de los Sikhs, los Sufis, los Jainitas, y un chorro de musulmanes.
Creo que India es -más aún que México- el lugar en el que más cerca he visto lo mejor y lo peor del mundo, codo a codo, tomándose el té. Las construcciones más sublimes, los ojos más hermosos, la comida más exótica, la ropa más bella, los perfumes más fragantes... con los rincones más horrendos. Y llega un punto, tal como su comida, en el que ya no puedes digerirlo. Hasta que entiendes que tienes que hacerlo con cautela. Con paciencia. Y te vuelves a acercar. Y te enamoras.
Sí, todo está increíble y muy místico y las moscas Tibetanas, pero lo que sí está del tubo es el pinche viajecito de 25 horas, dos aviones y tres aeropuertos, que ya les narraré en detalle.
En fin. Nada más para decirles que ya volví.
Ah, y ya salieron las nominaciones de los Arieles, de las cuales, sólo tenemos a Ale Gollás en Mejor actriz, lo cual no sorprende a nadie, excepto quizás a Ale, que es tan modestita...
Un abrazo!
Creo que India es -más aún que México- el lugar en el que más cerca he visto lo mejor y lo peor del mundo, codo a codo, tomándose el té. Las construcciones más sublimes, los ojos más hermosos, la comida más exótica, la ropa más bella, los perfumes más fragantes... con los rincones más horrendos. Y llega un punto, tal como su comida, en el que ya no puedes digerirlo. Hasta que entiendes que tienes que hacerlo con cautela. Con paciencia. Y te vuelves a acercar. Y te enamoras.
Sí, todo está increíble y muy místico y las moscas Tibetanas, pero lo que sí está del tubo es el pinche viajecito de 25 horas, dos aviones y tres aeropuertos, que ya les narraré en detalle.
En fin. Nada más para decirles que ya volví.
Ah, y ya salieron las nominaciones de los Arieles, de las cuales, sólo tenemos a Ale Gollás en Mejor actriz, lo cual no sorprende a nadie, excepto quizás a Ale, que es tan modestita...
Un abrazo!